lunes, 9 de marzo de 2009

Ordenes militares

Orden militar

Según la leyenda, la primera orden militar se creó en 312 d. C. El emperador Constantino el Grande, en vísperas de la batalla contra Majencio en puente Milvio, vio una cruz en el cielo con el lema «In Hoc Signo Vinces» («Bajo este signo vencerás»). Constantino hizo caso, llevando el signo a batalla. Tras la victoria dio libre culto a los cristianos, y armó a los primeros cincuenta caballeros, la Caballería Aurata Constantiniana, que llevaban el lábaro.
Constantino refundó Bizancio, que pasaría gradualmente a ser capital del Imperio. Esto nos lleva a la primera apreciación sobre las órdenes militares religiosas: su fundación. Se entiende oficialmente como su año de fundación aquel en que reciben la aprobación por el Papa de Roma, o este les asigna unas reglas. Naturalmente, primero hay que solicitarlo, para lo cual ha de haber previamente un conjunto de personas dispuestas y dotadas de medios que demuestren su buena disposición. De esta forma suele llevar a confusión la diferencia de fechas entre el momento en el que un grupo de caballeros se organiza, presta juramento y entra en lucha, hasta aquél en el que queda confirmada oficialmente su existencia como orden militar. El ejemplo más extremo: en 1550 el Papa Julio III reconoció la Orden Militar Constantiniana[1] con la bula Quod Aliasla, después de la caída de Constantinopla, habiendo documentos anteriores que atestiguan su existencia siglos antes en Bizancio, bajo regla del obispo San Basilio.
La principal característica de las órdenes militares religiosas es la combinación de modos de vida militares y religiosos. Algunos, como los Caballeros de San Juan y los Caballeros de Santo Tomás también cuidaron de los enfermos y los pobres, como la Orden de San Lázaro. No eran instituciones exclusivamente masculinas, pues las monjas también podían asociarse a un convento de la orden. Otra característica a destacar es que los religiosos podían estar, y de hecho a menudo estaban, subordinados a hermanos no ordenados. Prácticamente la mayoría de los miembros no eran religiosos. Las órdenes estaban regidas por el Maestre.
El papel y la función de las órdenes militares a menudo han resultado oscurecidas por la fijación en sus gestas en Siria, Palestina, Prusia y Livonia. Tenían posesiones y miembros a todo lo largo de Europa Occidental. Fueron el hilo conductor de innovaciones culturales y técnicas, como la introducción del batanado en Inglaterra por los Caballeros de San Juan, o la infraestructura bancaria de los Templarios.
Joseph von Hammer comparó en 1818 las órdenes militares cristianas, en particular a los templarios, con ciertos modelos islámicos como la secta chií de los Hashshashin. En 1820 José Antonio Conde sugirió que se modelaron en base a los ribat, una institución religiosa fortificada que unía la vida religiosa con la lucha con los enemigos del islam. A pesar de lo populares que sean estos puntos de vista, muchos los han criticado, con el argumento de que no hubo ribats en Palestina hasta después de la fundación de las primeras órdenes militares. Aun así, monjes luchando era algo nuevo en el cristianismo.
En la época moderna, por lo menos desde siglo XIX hasta nuestros días, se ha visto una proliferación de órdenes autoproclamadas y falsas. Las órdenes falsas afirman su antiguo linaje sin ningún tipo de base, y las autoproclamadas no han sido establecidas por un jefe de Estado legítimo. Mientras que todas las órdenes falsas son autoproclamadas, no todas las autoproclamadas son falsas.

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